Obra: Monumento al peregrino (2004); autor: Rafael Esteruelas; material: hierro; localización: Gandesa (Tarragona)
En un tramo solitario del camino del Ebro, cerca de la casa de campo de Antoni Tápies (uno de los artistas catalanes más conocidos), se alzan dos siluetas de hierro de gran tamaño, dibujando la planta de los pies. En su interior, dos cruces. El conjunto se completa con una inscripción que dice: «Peregrino: éstas huellas y cruces son el testimonio de tu peregrinación a Santiago de Compostela».
Cuentan, quienes han recorrido estos parajes, que es un desfiladero estrecho al borde de un arroyo, con líneas sinuosas, cubierto por la naturaleza y en medio de la montaña.
El escultor se ha inspirado en la obra de Tàpies para realizar ésta pieza, otorgando especial protagonismo a las cruces. Es un símbolo que está siempre presente en la obra del escultor catalán. Para él, es una presencia que reta al ser humano.
Seguramente estarás pensando que es una escultura poco alentadora cuando aún quedan cientos de kilómetros por recorrer. Has echado tu mochila a la espalda y comienzas con mucha ilusión un camino que te han pintado como una experiencia realmente apasionante. Subes a ésta colina y te encuentras con este “aviso” tan claro de que tu “experiencia apasionante” también va a tener momentos de cruz. Aunque no quieras pensar en ellos, porque la ilusión te embriaga. El escultor te lo anticipa, hace spoiler de tu camino; está profetizando sobre los pasos de tu andadura, en los que, si te atreves, abrazarás la cruz con más fuerza.
Es posible que, hace un par de milenios, un grupo de seguidores de Jesús experimentara una sensación semejante a la tuya, porque la cruz es un misterio.
Realmente, si lo piensas con detenimiento, ¿quién querría tener voluntariamente una cruz como símbolo con el que identificarse? ¿Querrías tú?
Fátima Noya Varela