La parroquia de San Marcelo puede que sea uno de los edificios de culto más antiguos de la ciudad de León. Fundada en al año 850 por el rey Ramiro I sobre una capilla preexistente edificada en el lugar que la leyenda marca como sitio en el que el centurión Marcelo hizo confesión pública de su fe; se supone que fue destruida por Almanzor, alrededor del año 995 y reconstruida varias veces. Donada a la catedral por el rey Sancho el Gordo, es el obispo Don Pedro quien acomete la primera reforma en el año 1096.
Marcelo fue un Centurión que pertenecía a la Legio VII Gemina. Su proceso tuvo lugar en dos pasos: primero en España, en León, ante el presidente o gobernador Fortunato (28 de Julio del 298) y en Tánger el definitivo, ante Aurelio Agricolano (30 de Octubre del mismo año).
Fortunato envió a Agricolano el siguiente texto causa del juicio contra Marcelo: “Manilio Fortunato a Agricolano, su señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores”.
Ante Fortunato, Marcelo explica su actitud diciendo que era cristiano y no podía militar en más ejército que en el de Jesucristo, hijo de Dios omnipotente.
Fortunato, ante un hecho de tanta gravedad, creyó necesario notificarlo a los emperadores y césares y enviar a Marcelo para que lo juzgase su superior, el viceprefecto Agricolano. En Tánger, y ante Agricolano, se lee a Marcelo el acta de acusación, que él confirma y acepta, por lo que es condenado a la decapitación.
Marcelo, hombre de paz y de fuertes convicciones, nos muestra el camino del martirio rojo, el martirio de sangre. Todos estamos llamados al martirio. Nuestro martirio quizá es blanco, el de todos los días, el de la entrega diaria, oculta, sencilla, haciendo el bien sin que se note nuestro protagonismo.
San Marcelo, haznos fuertes en la entrega diaria.
Fernando Cordero Morales, ss.cc.