El Camino nos recuerda el desprendimiento, la desposesión, caminar con lo indispensable: «Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa». Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes» (Lc 9, 1-6).
Santa Ana: la ternura de los abuelos
En León, nos encontramos con la iglesia parroquial de santa Ana, del barrio del mismo nombre, antiguo arrabal de la ciudad ubicado a la entrada del Camino de Santiago. El origen de esta iglesia se remonta al siglo XII con un sabor típicamente medieval. Junto a ella había un hospital de enfermos de lepra y un cementerio de peregrinos. Santa Ana, madre de María y abuela de Jesús, nos emplaza en esta iglesia nuevamente al servicio de los más marginados (los enfermos de lepra en su momento) y cuidar del sueño de los que pasan a la Casa del Padre. Seamos “Iglesia-hospital de campaña” donde los heridos de la vida puedan venir a cicatrizar las huellas de su soledad, desesperación o falta de sentido.
San Pedro: una roca en el Camino
En el límite de las provincias de León y Palencia, nos encontramos con la iglesia parroquial de San Pedro de Terradillos de los Templarios. Es una construcción de adobe y ladrillo para no desentonar con las casas de su entorno. En su reducido interior destaca una imagen de Cristo Crucificado del siglo XIV. No importa ser de adobe cuando la edificación reposa en los cimientos de la fe y de la roca apostólica, experimentando que la Cruz nos lleva a la Vida.
En Pedro contemplamos los contrastes que se dan en nuestro itinerario como cristianos: nos adherimos al Señor y dudamos de Él; le confesamos como Mesías y le traicionamos; valientes por un lado y muertos de miedo por otro. La fe que Pedro anuncia nos ata a Cristo. Estar atados a Cristo es vivir liberados de las cadenas que no nos permiten adherirnos de corazón al Mesías. Estar ligados a Cristo nos hace romper las cadenas del miedo y de la esclavitud, de tantos enredos a los que nos ata nuestro propio egoísmo.
Santa María: la mejor compañía en el Camino
Al iniciar el Camino nos ponemos en las manos de la Virgen María, ella será nuestra mejor compañera en los momentos de alegría y en los de dificultad. Como en la preciosa imagen del siglo XIV de la Iglesia Colegiata de Nuestra Señora de Roncesvalles, entraremos en diálogo con ella como el Niño que acoge maternal y juguetonamente en sus brazos. Como bien dice el Papa Francisco en su exhortación sobre la santidad: “La Madre no necesita de muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: Dios te salve, María …”.
Continuar leyendo «Santa María: la mejor compañía en el Camino»
Flecha amarilla: Sor Clara Bosatta
Santiago peregrino: La meta del Amor
La figura del Apóstol peregrino nos sale al encuentro para que, a través de su itinerario, podamos acercarnos más a Jesús. Santiago abandonó otros caminos para dejarse guiar por el que es “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14,6).
Santiago junto con su hermano Juan, los Zebedeos, son personas de carne y hueso. Con una madre de carne y hueso, muy propia: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda» (Mt 20,21). O sea, en los mejores puestos. ¡Menuda aspiración que tenía la buena señora!