Damos la bienvenida a nuestra sección a Fátima Noya Varela, licenciada en Historia del Arte, grado en Ciencias Religiosas y catequista y le agradecemos, desde ahora, su preciosa aportación. Aquí os dejo con ella. Su forma de vivir el arte, os conquistará.
«Me gusta el arte»
Es una de las frases de cabecera de todo aquel que pretenda hacerse un hueco en los círculos intelectuales de este siglo XXI. Pues a mí no me gusta el arte. Me gusta “mirar” el arte, meterme en él, saber para qué fue creado, de qué materiales está compuesto, qué pensaba el autor de la obra. Pero, sobre todo, fijarme en el ambiente que se crea alrededor del arte, el paisaje en el que se encuentra la pieza, los matices provocados por la atmósfera – sí, la atmósfera: lluvia, sol, nubes, viento – y las estaciones. ¿Alguna vez habéis intentado percibir a qué huele el arte? Eso también me fascina.
Sin embargo, ésta forma de mirar, no surgió de inmediato. Cinco años después de terminar mis estudios en Historia del Arte, empecé también a darme cuenta de la espiritualidad que emanan y suscitan innumerables piezas artísticas. El arte ha sido un medio de comunicación incuestionable para la fe; ha generado creatividad, expresión, cultura; en definitiva, la historia de la relación del hombre con Dios, perdurable en el tiempo.