Obra: O Cervo; autor: José Rodrigues; lugar: Vilanova de Cerveira (Portugal, Camino Portugués por la costa); año: 1985
Esta escultura de hierro situada en una de las colinas que abrigan Vilanova de Cerveira, a 225 metros de altitud, es perfectamente visible desde la orilla del río Miño. La he visto varias veces, pero nunca como en la última ocasión. A priori, nada en ella nos lleva a pensar en el Evangelio; tampoco en el Camino de Santiago.
Su autor, manifiestamente ateo, fue un reconocido agitador cultural y uno de los mejores exponentes del arte en la segunda mitad del siglo XX en Portugal. El respeto y el diálogo de sus obras con el contexto que habitan, parecen ser características que se cumplen en O Cervo. No molesta a la mirada: ni desde la línea del río, tampoco en un plano más corto.
Al ocupar un punto alto, el lugar se presta a contemplar la desembocadura del Miño entre Camiña y A Guarda, con la espalda cubierta por la colosal estatua. Contemplar… Ese mirar activo, ese entrar en lo íntimo de la relación con Dios desde lo que percibimos por los sentidos, al menos así lo entiendo yo. Esta manera de contemplar es una de las querencias que los peregrinos manifiestan al echarse al camino. Sin embargo, algunas veces, te habrás encontrado con personas que buscan capturar las experiencias, coleccionar momentos, a golpe de likes, de stories que duran 24 horas, dificultando tu caminar.
Este consumismo tan particular ha convertido las altas colinas y los valles profundos -que han sido los preferidos para aquellos que buscaban un poco de paz, tranquilidad, reposo y oración- en portadas de revistas para viajeros compulsivos; pero peregrinar es otra cosa.
Escribía José María Rodríguez Olaizola, hace algún tiempo (Mosaico Humano, 2015, página 114) un relato que buscaba explicar la diferencia entre un turista y un peregrino; ir por la vida consumiendo experiencias solamente o algo más.
Creo que esta escultura, y todo lo que rodea a este mirador, es un excelente ejemplo para hacernos la pregunta: ¿somos peregrinos de los likes en las redes sociales o peregrinamos como buscadores, como personas agradecidas, contemplando más allá de la instantánea de moda? ¿Buscamos el diálogo, el encuentro, la profundidad?
Fátima Noya Varela