15. Sólo quedas tú

Tema publicado con la autorización de «Ixcís»

«En Dios está el descanso de mi alma, de Él viene mi salvación. Él solo es mi roca, mi salvación, mi alcázar; no vacilaré» (Sal 62,3)

Jesús de Nazaret no es de los que sale corriendo cuando las cosas se ponen feas. Él se queda.  Se queda cuando muchos abandonan por la dureza de su mensaje o cuando le vende uno de los suyos. Su amor está hecho de permanencia.

Por eso, cuando todo se nos cae a nuestro alrededor, podemos percibir tal vez con más fuerza cómo su sola presencia nos sostiene, cómo su mirada nos levanta de nuevo. Y así, despojados de lo que creíamos imprescindible, lo descubrimos en el lugar que le corresponde en nuestra vida.

«Al fin, en la raíz, en lo hondo, sólo quedas Tú.
Sólo tu sueño me deja abrir los ojos,
sólo tu mirada acaricia mi ser,
sólo tu amor me deja sereno,
sólo en Ti mi debilidad descansa
y sólo ante Ti la muerte se rinde.
Sólo Tú, mi roca y mi descanso.»

Javier Montes, sj

Susana Melero Leal

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14. No te pude ver

Tema publicado con la autorización de «Brotes de Olivo»

«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, emigrante y te acogimos o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte?…» (Mt 25, 37)

Nos hemos acostumbrado a verlos: mendigos, alcohólicos, heridos de alguna suerte de maltrato o violencia,  refugiados con la casa a la espalda. A la intemperie y sin hogar al que regresar… Formando parte, casi, del mobiliario urbano, están a años luz de nuestros intereses. Ya no nos quitan ni el hambre ni el sueño. Viven opacos, ajenos, terriblemente distantes.

Sin embargo, el mapa de nuestro mundo no está completo si no abrimos los ojos y el corazón a esas realidades, comprendiendo que sus vidas y las nuestras están vinculadas en lo profundo. Porque Jesús, rostro humano de Dios, se hace presente en cada debilidad humana y nos invita a una acogida incondicional. Respondiendo al dolor con compasión, al prejuicio con abrazo, a la exclusión con apertura. Desde un amor sin negociación.

«Sería ilusorio, inútil e incluso blasfemo declarar que somos testigos de Dios si no nos implicamos en actividades prácticas para reparar la injusticia.» (Jon Sobrino)

Susana Melero Leal

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13. En comunidad

Tema publicado con la autorización de «Almudena«

«La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón«. (Hechos, 4,32)

Con cuánta frecuencia, en las horas bajas, nos basta la sola presencia de  personas amigas para mejorar. Ni consejos que no se piden ni remedios-milagro, sólo saber que siguen ahí, sosteniendo con su cariño, acompañando con su silencio, ocupándose de lo que verdaderamente necesitas… Son tu gente, esa con la que siempre te puedes sentir  «a salvo».

Con sus gestos de hogar, ponen una luz de resurrección donde todo parece negrura.

Y Jesús se hace presente, aunque ni lo intuyamos, en esa cotidianidad compartida donde nos hermanamos. Si Él está, los bienes, los  sentimientos, las búsquedas , la vida…  se ponen en común. Caen los privilegios y las fronteras y se diluyen las hostilidades, porque Cristo  siempre trae la paz. Y con ella, la alegría, la esperanza, la generosidad, la sencillez…

Nace la comunidad, espacio horizontal de fraternidad, crecimiento y anuncio de un modo nuevo de habitar esta tierra.

Susana Melero Leal

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12. Señor, a quien iremos

Tema publicado con la autorización de «Padre Cristóbal Fones»

«Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros. ¡El Señor es nuestro Dios!« (Jos 24, ss)

Jesús de Nazaret se sabe pan. Se sabe alimento del mundo e intuye que esta elección radical, hecha de servicio y obediencia a la Voluntad del Padre, supondrá tarde o temprano una donación total.

Y «el discípulo no es más que el maestro», pero muchos no pueden con esto porque para la propuesta de Jesús no caben las rebajas ni respuestas de saldo. Sin embargo, no hay vuelta atrás para los que se abandonan en Él y la acogen.  ¿Cómo elegir las sombras cuando se ha vivido a la luz radiante del mediodía?

También a nosotros se nos pide una definición clara: o creo o no creo. Tenemos que elegir en quién queremos poner la confianza plena.

Danos, Señor, capacidad de ver con los ojos del Espíritu, que no hay otro camino por donde transitar que el tuyo, porque sólo Tú, que eres la Vida, tienes palabras de vida.

Sendero firme, puerto seguro … ¡quién como Tú!

Susana Melero Leal

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11. Hombre

Tema publicado con la autorización de Pedro Sosa

«He venido para que tengáis vida y vida en abundancia.» (Jn 10, 10)

Como seres en y para la relación que somos, los seres humanos, en tensión flexible,  vamos del silencio a la voz, de la palabra a los hechos.

Generados de la misma sustancia amorosa del Padre, somos en esencia expansivos y transformadores de la realidad, llamados a la fecundidad y la abundancia; a una plenitud desbordante que alcanza benéficamente a todas las criaturas.

Inmersos en un mundo en el que los soportes ideológicos pretenden que olvidemos  la  dura realidad en que viven millones de personas y los Derechos Humanos se suplen con escandalosa frecuencia por pensamientos despersonalizadores, urge humanizar  los  ámbitos que la vida nos ponga a nuestro alcance. Es preciso trabajar en pro de la dignidad de las personas, sean de donde sean, estén donde estén;  allanando caminos de humanización personales y colectivos.

Y vivir así, como hijos de la luz que testimonian un amor concreto, hecho de obras de vida, justicia y paz.

Susana Melero Leal

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10. El Señor es mi pastor

Tema publicado con la autorización de Nico Montero

El dolor, que es parte de la vida, nos golpea a veces con saña, dejándonos una huella profunda: el corazón arañado, los sueños hechos añicos, la soledad, el olvido… la vida que se escapa.

Pero, aunque el tiempo parezca tu enemigo y el miedo muerda la memoria, hay que asumir la propia historia sin rendirse, incluso con sus horas oscuras; reconciliarse con ellas y seguir caminando.

Toca entonces recordar «de Quién nos hemos fiado«: el único que nos conoce en lo profundo y sigue apostando por nosotros. Y experimentar su PROVIDENCIA, esa que -agotadas las fuerzas- aparece para hacer rebosar nuestra copa y nuestra esperanza.

Y reconocer en lo profundo, con la pasión del salmista, que «nada me falta«.

Susana Melero Leal

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