Escultor: Camilo Seira; año: 2002; material: bronce.
El camino portugués atraviesa la villa de Padrón, y en los semáforos situados al lado del Jardín Botánico, a mano izquierda en dirección Santiago, encontramos una estatua a tamaño natural de un peregrino. Su atuendo es actual, pero conserva la calabaza que, en otros tiempos, se usaba para transportar la bebida fresca. A un lado y otro de la escultura, circulan los coches, camiones y demás vehículos que emplean la carretera en dirección Santiago o Pontevedra. Puede, tranquilamente, pasar desapercibida si vas muy concentrado en el caminar.
Me he tomado la molestia de describir la localización de la estatua, porque es importante en el arte, el entorno de la obra. También en tu vida lo es el contexto en que habitas: con sus bondades y complicaciones, las facilidades y peligros.
Tú, que caminas a Santiago, habrás localizado más de un punto negro. Aunque no sea este uno de ellos, nos puede recordar a muchos otros que señalan los vecinos o caminantes. Peligros que tiene el camino, dirían algunos. En realidad, cuantos más kilómetros acumulas en tus pies, más te percatas de las similitudes que tiene el peregrinar con la vida. Peligros los encontramos a diario, no estamos libres de ellos. Sin embargo, nos cuesta más advertir “los puntos negros” de la vida, que de la carretera; no es popular.
Ésta escultura me hace pensar en ese toque de atención que, a la manera de Jesús, hemos de darnos a nosotros mismos y a nuestros hermanos, sobre los peligros que acechan nuestra vida. Pero, como le sucede a la escultura, muchos habremos pasado de largo sin tan siquiera percibirlos o darle la importancia merecida.
¿Cuántos “puntos negros” has de tomar en cuenta en tu vida de fe?
Fátima Noya Varela