Tema publicado con la autorización de «Almudena»
«Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará; de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar» (Ez 36,25)
De esta manera expresaba el profeta la voluntad de un Dios amoroso, dispuesto a facilitar a su pueblo todo aquello que le permitiera liberarse de los vicios que lo alejaban de Él y la justicia social y promoviera una auténtica renovación interior. Pero, bien pensado, no están lejos estas palabras de lo que el mundo sigue necesitando actualmente. Las actitudes que se están poniendo al descubierto en este tiempo de pandemia muestran dónde nos aprieta el zapato y cómo se concreta aquello en lo que decimos que creemos.
En la Pascua nos ponemos «a tiro» de esta renovación, al menos desde la intención. Aunque, como decía una canción de juventud, «el agua debe beberse, debe dejarse correr sobre la cara, debe ponerse en los tiestos de las plantas, navegarse, zambullirse…» Del corazón hemos de pasar a lo concreto, a lo que se vive y testimonia.
Ojalá nos dejemos empapar hasta las entrañas de esa agua clara que sabe a resurrección.
Susana Melero Leal