28. De lluvia y de sol

«Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.

Dijo Dios:  – Que exista la luz.

Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena y separó Dios la luz de la tiniebla: llamó a la luz «día» y a la tiniebla, «noche». (Gn 1, 1-5)

Tema publicado con la autorización de «Álvaro Fraile»

Hay una dualidad que está presente en toda realidad natural y humana. No hay día sin noche o vida sin muerte, aunque a veces nos empeñemos en que sólo se concrete en una de esas dos facetas.

Los opuestos no necesariamente se contradicen sino que más bien  se complementan, interdependiendo el uno del otro, coexistiendo en perfecto equilibrio y armonía.

Todo está en cambio constante de manera natural, también las realidades humanas. Crecer en madurez implica muchas veces no alterar los cambios, sino abrazarlos con esperanza y agradecimiento. En  la naturaleza, la propia historia, las relaciones humanas…la vida, en definitiva.

Susana Melero Leal

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Santa Marina, el buen olor de la fe

Pasear por Santa Marina, del siglo XVI, es colmar los pulmones con el olor a leña y carbón que desprende el humo que se escapa de los hogares. Restos de un calor que abriga a los recios habitantes del invierno continental que asola la bimilenaria ciudad de León. Y alberga el honor y la nobleza perdida que marcó y conserva en el panteón de San Isidoro las regias osamentas, las más ilustres que conoció Europa.

Marina desprende el olor de la fe y de ser fiel hasta las últimas consecuencias. Fue decapitada en época romana y arrojada a un horno, pero su cuerpo nunca se quemó. Tras cortársele la cabeza, ésta golpeó el suelo dando tres botes. De esos tres lugares donde golpeó su cabeza manaron tres manantiales de agua, otorgando así el nombre de Aguas Santas al lugar, en Orense. Del manantial de Aguas Santas sigue manando agua en la actualidad y son miles los fieles que acuden a beber estas aguas milagrosas a las que se le atribuyen poderes curativos. Zurbarán la representó ataviada como una gran señora.

En el bautismo nos ungieron con el perfume de Cristo. Ojalá León, Orense y el mundo entero desprendan ese aroma de las buenas obras.

Fernando Cordero Morales, ss.cc.

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