Tema publicado con la autorización de «Almudena«
«La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón«. (Hechos, 4,32)
Con cuánta frecuencia, en las horas bajas, nos basta la sola presencia de personas amigas para mejorar. Ni consejos que no se piden ni remedios-milagro, sólo saber que siguen ahí, sosteniendo con su cariño, acompañando con su silencio, ocupándose de lo que verdaderamente necesitas… Son tu gente, esa con la que siempre te puedes sentir «a salvo».
Con sus gestos de hogar, ponen una luz de resurrección donde todo parece negrura.
Y Jesús se hace presente, aunque ni lo intuyamos, en esa cotidianidad compartida donde nos hermanamos. Si Él está, los bienes, los sentimientos, las búsquedas , la vida… se ponen en común. Caen los privilegios y las fronteras y se diluyen las hostilidades, porque Cristo siempre trae la paz. Y con ella, la alegría, la esperanza, la generosidad, la sencillez…
Nace la comunidad, espacio horizontal de fraternidad, crecimiento y anuncio de un modo nuevo de habitar esta tierra.
Susana Melero Leal